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Fátima Sancho

LA IMPORTANCIA DE PONER LÍMITES

Debemos entender los límites como un acto de amor y respeto hacia nosotras mismas y hacia los demás. Las relaciones con los límites bien definidos funcionan mejor que las relaciones en las que "todo vale". No me refiero solo a relaciones de pareja sino a cualquier relación entre dos o mas personas.


"Un límite es esa distancia desde la cual puedo quererte a ti y a mí al mismo tiempo"

Muchas veces no ponemos límites porque sentimos que no está bien y, sobre todo, porque nadie nos ha enseñado a hacerlo. Creemos que vamos a herir los sentimientos de la otra persona o que somos egoístas. Pero la realidad es que las únicas personas que se enfadarán cuándo empieces a poner límites son aquellas que se beneficiaban de que hasta entonces no los pusieras.


Nos resulta difícil poner límites porque tenemos miedo al rechazo y a la confrontación. Pero

los límites son necesarios para nuestra autoestima. Es una manera de reconocer nuestras propias necesidades y empezar a atenderlas. Poniendo límites construimos nuestra propia identidad.


Podemos dividir el proceso de poner un límite en 3 fases:


1/ DETECTAR NUESTRA NECESIDAD


Para poner un limite lo primero que tenemos que saber es para qué lo ponemos. Por ejemplo, en este momento de mi vida siento que necesito más tiempo para mí y, por lo tanto, estaré menos disponible para los demás.


2/ COMUNICARLO


Si por ejemplo tenemos una amiga para quien hemos estado 100% disponibles mañana, tarde y noche, contestando llamadas y mensajes a cualquier hora ha llegado el momento de comunicarles nuestra necesidad. Es importante ser asertiva. No vamos a culpar a nuestra amiga de lo que ha estado haciendo hasta ahora ya es algo que hemos permitido y con lo que hemos estado de acuerdo. Nuestra amiga puede aceptarlo o incomodarse. Sea cual sea la reacción está bien porque nuestro límite no tiene que ver con ella, tiene que ver con nosotras.


3/ MANTENERLO


Si comunicarlo es difícil, mantenerlo lo es aun más. Hay tres razones principales por las que sentimos el impulso de quitar o mover el límite.


La primera es porque no estamos honrando nuestra necesidad y, siguiendo con el ejemplo anterior, después de poner el límite no estamos invirtiendo tiempo en nosotras.

La segunda es porque nos sentimos mal. Cuándo llevamos mucho tiempo estando disponibles a todas horas es porque creíamos que esto era ser "buenas" y dejar de hacerlo significa que ahora somos "malas".


La tercera es porque la otra persona no está respetando nuestra decisión y trata por todos los medios de volver a la situación de antes. En este caso, nuestra amiga sigue escribiendo y llamando con la misma frecuencia y terminamos por ceder.


Sea cual sea la razón se puede trabajar en ella. Aquí lo importante es detectar nuestras necesidades y empezar a atenderlas. Al principio no será fácil pero poco a poco lo conseguiremos. Y recuerda:


"Si cuando dices NO alguien se enfada, no significa que tendrías que haber dicho SI"

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